domingo, 2 de mayo de 2010

Alimentacion

Georges Knapp tenía la costumbre de decir: “¡Dime lo que comes y te diré quién eres!”. Como todos los verdaderos descubridores, había atacado primero el problema alimentario, estudiando las causas iniciales de nuestra degeneración. Todos los vertebrados viven, en general, 10 veces más del tiempo que requieren para la formación de los huesos largos en particular. Por ejemplo el perro, que necesita un año para formar su esqueleto, vive normalmente hasta 10 años y, a menudo, llega a los 15; el elefante, que necesita una docena de años para constituir su armadura, vive fácilmente un centenario, etc. Sólo el hombre (¡animal perfeccionado, sin embargo!) no sigue esta regla, ya que si es necesaria una buena veintena de años para que el organismo sea completamente construido (y aún el fémur, por ejemplo, y el esternón, se alargan aproximadamente hasta los 25 años), es raro ver seres humanos centenarios vivir en perfecta salud.


Normalmente, el hombre debería encontrarse en buena forma hasta los 125 años (5 veces los 25 años necesarios para su constitución total) y podría inclusive prolongar su existencia hasta 250 años, si siguiera las reglas naturales. Los casos excepcionales son muy raros y no vamos a insistir sobre los Yoghis del Asia que han alcanzado esas edades avanzadas... Parece ser que en nuestra época, inclusive una disciplina alimentaria no es suficiente para solucionar el problema, ya que nuestros productos llamados “naturales” están ya intoxicados y los vegetarianos que escapan a los venenos de los alimentos carnívoros, no están exentos de las infecciones amebianas, sin contar todas las otras complicaciones debidas a los productos químicos con los cuales las legumbres han sido tratadas. Además, es preciso admitirlo, la mayoría de la gente tiene una alimentación mal equilibrada y aún entre las personas que siguen diversas “dietas” bien equilibradas, son numerosas aquellas que practican la mezcla de alimentos que produce los más malos efectos. Y, si la digestión no se los hace resentir a menudo, no por ello el organismo conservará su equilibrio. En una palabra, la energía gastada no puede ser restituida. Consecuencia de eso es el exceso de gasto de algunos órganos que, a fuerza de tomar de la reserva vital, se enferman de anemia hasta el más completo agotamiento.

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